Viento de Cola |
Parece increíble que ante las evidencias tan
claras de los cambios que se produjeron en nuestro país en los últimos años,
ni el arco político opositor, ni el P.M. (Partido Multimediático, o Pampa Mía,
o Primero Mentimos, o Pongan Más, o Piensen Menos) no destaquen aunque sea un
logro (uno solo) de la gestión que arrancó con más desocupados que votos, con
más gente haciendo cola frente a la embajada de España que frente a las
paradas de colectivos que llevan trabajadores del Conurbano hacia
Ni siquiera existe la humildad de reconocer claramente la mirada y la acción del Gobierno Nacional hacia el tema de Derechos Humanos.
A lo sumo se acepta (no todos) pero se minimiza, como si esas políticas fueran del mismo peso que refaccionar un Polideportivo, sin darse cuenta que solamente por lo hecho en la lucha contra la impunidad, este gobierno es el mejor de los que tuvimos en los últimos cincuenta años, así fuera un desastre en todos los demás aspectos.
Pero no es un desastre. Sin embargo, cuando intenta exhibir sus indiscutibles aciertos, los reyes del ¨yo me opongo¨ se los adjudican a la casualidad, a las condiciones favorables de la coyuntura o directamente, al ¨Viento de Cola¨.
Esto no es nuevo. Hace sesenta años, en el período
más glorioso para nuestro pueblo, en los años en que ascendió nuestra clase
trabajadora a la luz de inéditas conquistas y llegó a declararse la total
independencia económica de
Para el arco opositor (más bien arco del triunfo donde desfilan soberbios tilingos o arco iris siempre pintado con los colores que elijan los imperios), todo aquello se debió a que eran tiempos de ¨Vacas Gordas¨.
Vacas Gordas… Viento de Cola…
Que yo sepa, en estos pagos, siempre hubo vacas y siempre hubo viento.
No creo que las vacas sólo hayan engordado en 1946 y adelgazado en 1955, como no creo que el viento haya soplado nada más que desde 2003 hasta la fecha.
El viento es viento y está en la decisión del timonel orientarlo, enderezarlo, dirigirlo, guiarlo.
El viento es viento y sopla libre y rebelde sobre los mares, los montes, las praderas.
Solamente el hombre puede encauzarlo con su inteligencia y su tesón, como lo ha logrado a través de esa especie de molinos con hélices gigantes que generan la energía eólica, transformando un polvoriento ventarrón en corriente de luz, en fuerza renovable para distribuir a cada casa y a cada taller.
Siempre hubo viento, pero no siempre hubo coraje y miles de torres con sus aspas dispuestas a enfrentarlo y convertirlo en energía positiva.
Mientras otros, simplemente, escondidos, al reparo, esperan que las vacas sigan engordando.
Ignacio Copani
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